El Yoga es una práctica reconocida por sus beneficios en la salud física y mental, especialmente en contextos de estrés. Sin embargo, no todas sus técnicas están diseñadas para relajar o calmar. Algunas, incluso, pueden activar o intensificar sensaciones físicas y emocionales si no se aplican con cuidado, especialmente en personas con ansiedad o bajo estados de alerta.
En este artículo, exploramos por qué no todo Yoga es relajante por naturaleza y compartimos tres ejemplos concretos de técnicas que podrían activar el sistema nervioso, junto con estrategias para adaptarlas de forma pedagógica y segura.
El Yoga es una tradición amplia, con múltiples caminos y objetivos. No todas sus técnicas están diseñadas para inducir calma o bienestar inmediato. Muchas prácticas, como los pranayamas activantes, las posturas intensas o el trabajo con retención del aliento, tienen efectos energizantes que, si se aplican sin un criterio terapéutico, pueden resultar desreguladoras en ciertos contextos.
Cuando enseñamos con enfoque en salud mental o en reducción de estrés, necesitamos discernir qué técnicas utilizar, cómo aplicarlas y con qué progresión.
Pedir que alguien permanezca en absoluta quietud, especialmente en estados de ansiedad, puede ser contraproducente. Algunas personas necesitan moverse, cambiar de postura o liberar tensión antes de poder sostener la inmovilidad.
¿Cómo adaptarlo?
No exijas inmovilidad absoluta.
Invita a realizar micro-movimientos si lo necesitan.
Fomenta la autonomía desde el inicio: “Puedes ajustar tu postura en cualquier momento”.
Dar permiso explícito para moverse reduce la sensación de encierro o exigencia y mejora la seguridad emocional.
Técnicas como sama vritti (respiración cuadrada) o las que incluyen retención de aire requieren familiaridad con la respiración y autorregulación. Aplicarlas sin preparación puede generar incomodidad, mareos o incluso activar el sistema nervioso simpático.
¿Cómo adaptarlo?
Comienza por lo básico: respiración consciente, luego respiración profunda.
Introduce progresivamente técnicas con retención o conteo, siempre observando la respuesta del grupo.
Recuerda: lo simple no es menos valioso. Es lo más necesario para construir bases seguras.
En pedagogía del Yoga, avanzar de lo simple a lo complejo es una forma de cuidado.
Técnicas como kapalabhati o bhastrika son valiosas para activar la energía, pero no son la mejor opción cuando el objetivo es calmar el sistema nervioso. Si tus estudiantes llegan con síntomas de estrés o ansiedad, es mejor evitar estas prácticas al inicio.
¿Cómo adaptarlo?
Comienza con pranayamas calmantes como nadi shodhana, respiración suave por nariz o exhalación extendida.
Observa si la persona se siente cómoda. Si no, adapta o propone una pausa.
Asegura que la experiencia sea opcional y acompañada.
La regulación no se logra desde la sobreestimulación, sino desde el reconocimiento del estado actual y la propuesta adecuada.
El Yoga no es una práctica unificada hacia un único objetivo. Algunos caminos buscan la introspección a través del silencio; otros utilizan la activación o el desafío físico como medio de transformación. Pero cuando enseñamos con enfoque en reducción de estrés, necesitamos ser más selectivas.
Prioriza técnicas que calman o descargan tensión.
Fomenta la autonomía de tus estudiantes para que puedan ajustar la práctica según su estado.
Crea un espacio seguro donde las personas no sientan presión por “hacerlo bien” ni exigencias que no pueden sostener.
Acompañar desde la sensibilidad y el conocimiento es una forma ética de enseñar. No necesitas hacer menos: necesitas hacerlo con más criterio.
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