En el ámbito de la Yogaterapia y la enseñanza consciente del movimiento, cada vez se reconoce más la importancia de una noción clave: la consciencia somática. A diferencia del enfoque que observa el cuerpo desde afuera —como un objeto biomecánico o una imagen—, la educación somática invita a las personas a habitar su cuerpo desde la primera persona, reconociéndolo no como algo que se tiene, sino como algo que se es.
Thomas Hanna, precursor del término “somática”, distingue entre cuerpo y soma. Mientras que el cuerpo puede ser observado desde fuera (como estructura anatómica), el soma es la vivencia interna, sentida, orgánica y subjetiva del propio cuerpo en movimiento. En otras palabras, se refiere al cuerpo percibido desde adentro, con todos sus matices sensoriales y emocionales.
Esta mirada tiene profundas implicancias en la práctica de Yoga. En lugar de ejecutar posturas siguiendo únicamente alineaciones externas, el foco se traslada hacia la escucha interna, el reconocimiento de sensaciones y la regulación desde el propio sentir.
La consciencia somática es la capacidad de dirigir voluntariamente la atención hacia los procesos internos del cuerpo en movimiento. Podríamos definirlo, entre otras cosas, como un tipo conocimiento sensoriomotriz que se desarrolla cuando se aprende a sentir mientras se actúa, reconociendo patrones, tensiones, intenciones y respuestas.
Este tipo de aprendizaje es relevante en contextos terapéuticos. Frente a síntomas como dolor crónico, estrés o disociación corporal, la educación somática ofrece herramientas para recuperar el control voluntario sobre áreas del cuerpo que, muchas veces, se sienten “olvidadas”. A este fenómeno, Hanna lo llamó amnesia sensomotriz: la pérdida de la capacidad de sentir y mover ciertas zonas corporales debido a tensiones crónicas, trauma o hábito.
Las prácticas somáticas, como el método Feldenkrais, la Eutonía, el Body-Mind Centering o los principios de la Yogaterapia somática, utilizan el movimiento lento, la atención sostenida, la respiración y la exploración consciente como vehículos para refinar la percepción y reorganizar el patrón de acción. El objetivo no es hacer más, sino hacer mejor: con menor esfuerzo, mayor claridad y auténtica presencia.
En este enfoque, el movimiento no es solo una acción física, sino también un medio para reorganizar la percepción, el pensamiento y el sentir. Como lo expresaba Feldenkrais: “Aprender a saber cómo se actúa es ser capaz de hacer lo que se quiere. Es hacer lo involuntario voluntario, lo desconocido conocido, lo imposible, posible.”
Para una Instructora de Yoga que desea integrar un enfoque terapéutico, comprender y tener entre sus herramientas los principios de la educación somática permite:
Favorecer la autorregulación del sistema nervioso mediante prácticas conscientes.
Diseñar clases que desarrollen la propiocepción y la interocepción.
Abordar patrones de tensión o desregulación sin imponer correcciones externas.
Cultivar la autonomía y la confianza corporal de sus practicantes.
Prevenir lesiones y ampliar la percepción del cuerpo como fuente de sabiduría y no como un objeto a moldear.
En un mundo que prioriza la eficiencia y la forma, volver a habitar el cuerpo desde adentro es un acto profundamente necesario. La educación somática no es una técnica más, sino una actitud: la de mirar al cuerpo como guía y no como envase, de honrar su historia, sus límites y sus posibilidades.
Para quienes enseñamos Yoga, integrar esta mirada nos invita a acompañar procesos más humanos, más sensibles y, sobre todo, más respetuosos.
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