Enseñar Yoga a personas que viven con estrés crónico o ansiedad requiere más que una buena secuencia de posturas. Requiere criterio, sensibilidad pedagógica y conciencia emocional.
Una clase de Yoga bien planificada puede ser un espacio seguro, regulador y profundamente terapéutico. Pero si se estructura sin considerar el estado del sistema nervioso de quienes participan, puede generar el efecto contrario: más exigencia, más ansiedad, más disociación.
A continuación, te compartimos una guía clara y práctica para planificar tus clases con un enfoque que verdaderamente favorezca la reducción del estrés y el cuidado emocional de quienes confían en tu guía.
1. Solicita información previa con criterio terapéutico
Antes de estructurar cualquier clase o taller, es fundamental conocer a quién vas a acompañar. Esto no implica invadir la intimidad, sino tener información básica que te permita planificar con seguridad:
Contacto
Estado general de salud
Diagnósticos relevantes (como hipertensión, ansiedad, diabetes, etc)
Necesidades o límites físicos
Práctica previa en Yoga
Esta información no solo previene riesgos, sino que te permite ofrecer una práctica verdaderamente adaptada.
2. Construye un entorno seguro desde el primer contacto
Un cuerpo en estado de estrés necesita condiciones específicas para comenzar a relajarse. Asegúrate de que tu espacio:
Tenga límites claros y contención emocional
Sea libre de juicios, competencia o presión
Ofrezca libertad para adaptar o pausar la práctica sin que eso sea visto como “falla”
La seguridad es la base desde la cual una práctica puede empezar a ser transformadora.
3. Explica el enfoque de la clase para reducir la incertidumbre
Muchas personas que viven con estrés crónico llegan a la práctica con altos niveles de anticipación o miedo a no “hacerlo bien”. Al inicio de la clase o taller, dedica unos minutos a explicar con claridad:
Qué tipo de enfoque tendrá la sesión
Qué técnicas se utilizarán
Qué grado de intensidad o movimiento habrá
Que siempre está permitido ajustar o detenerse
Esta simple orientación puede bajar la ansiedad y aterrizar expectativas.
4. Fomenta la autonomía como base terapéutica
Una práctica terapéutica requiere que la persona conecte consigo misma y sus necesidades. Para eso:
Usa un lenguaje que invita en lugar de ordenar
(“si te resulta cómodo, puedes probar…”, “una opción sería…”, “si prefieres, quédate en…”)
Ofrece opciones y variaciones sin jerarquizarlas
Refuerza la idea de que escuchar el cuerpo es más importante que seguir una técnica al pie de la letra
La autonomía no solo evita el desborde, sino que promueve confianza, presencia y conexión interna.
5. Prioriza técnicas de propiocepción e interocepción
No todas las técnicas son igual de efectivas para reducir el estrés. Prioriza las que ayudan a sentir el cuerpo desde adentro, como:
Respiración consciente
Movimiento somático lento
Exploración de puntos de contacto y peso corporal
Pausas de observación interna
Estas prácticas ayudan con la reducción de estrés y la identificación de síntomas del estrés. Inclúyelas de forma explícita en tu planificación.
6. Menos es más: elige de 1 a 3 técnicas y profundiza
Evita las clases saturadas de técnicas. En lugar de eso, elige una a tres herramientas y trabájalas en profundidad. Por ejemplo:
Si tu técnica base es la respiración consciente, puedes integrarla en:
El inicio de la clase (respiración en quietud)
El movimiento consciente (respiración consciente en movimiento)
Las posturas (respiración consciente en diferentes posiciones, observando el cambio)
Respiración consciente en savasana
Esta coherencia facilita la integración y permite que la técnica se vuelva un recurso real para quien practica. Si la persona integra la técnica podrá utilizarla en momentos de la vida cotidiana, cada vez que lo requiera.
7. Pide retroalimentación y ajusta con apertura
El criterio terapéutico también implica saber ajustar según la experiencia del grupo. Al final de la clase o del ciclo, puedes preguntar:
En una palabra, ¿cómo viviste la práctica? Puedes decir lo que gustes, incluso “aburrido”, “difícil” o “incómoda”.
¿Hubo alguna parte de la clase que disfrutaste más?
¿Qué quisieran repetir o evitar en la próxima sesión?
Esta información te permite mejorar continuamente sin improvisar, respetando la experiencia subjetiva de quienes acompañas.
8. Invita a prácticas breves y sostenibles para el día a día
Una clase bien planificada puede ser muy potente, pero el verdadero cambio ocurre cuando la práctica se incorpora a la vida cotidiana.
Recomienda ejercicios simples para hacer en casa, como:
“Un minuto de respiración consciente al despertar cada mañana puede ayudarte a comenzar el día con más presencia y regulación.”
Pequeñas prácticas diarias generan grandes transformaciones cuando se sostienen en el tiempo.
Enseñar con criterio también es cuidarte
Planificar con claridad no solo beneficia a tus estudiantes. También te cuida a ti como instructora. Te permite enseñar desde la tranquilidad, con un marco profesional y sin sentir que debes resolver todo en el momento.
¿Quieres incorporar herramientas y técnicas terapéuticas a tus clases de Yoga?
¿Buscas un marco teórico y práctico para que tus clases tengan un enfoque terapéutico que apoye la salud mental de tus practicantes?
ÚNETE A ESTE PROGRAMA DE ESPECIALIZACIÓN PARA INSTRUCTORAS DE YOGA
Diplomado en Yogaterapia
Para la Salud Mental
Convierte tus clases de Yoga en espacios que promueven el bienestar emocional, regulan el sistema nervioso y fomentan la salud mental de tus estudiantes.