En los últimos años, muchas personas han llegado al Yoga buscando alivio para el estrés, la ansiedad o el agotamiento emocional. Y aunque la práctica puede ofrecer herramientas poderosas, también es necesario reconocer sus límites, especialmente cuando hablamos de estrés crónico.
Como Instructoras con vocación terapéutica, una de las tareas más importantes es distinguir entre lo que el Yoga realmente puede sostener… y lo que necesita de otros abordajes complementarios.
¿Qué es el estrés crónico y por qué no basta con “respirar”?
El estrés, en su origen, es una respuesta adaptativa. Nos activa ante una amenaza y nos prepara para responder. Pero cuando la activación se vuelve constante y no hay espacio para la recuperación, aparece el estrés crónico: un estado de alerta persistente que afecta profundamente al cuerpo, a la mente y al sistema relacional.
Y aquí es donde aparecen muchos malentendidos. Frases como:
“Solo respira profundo y todo pasará”
“El Yoga todo lo cura”
“La relajación es la solución”
…pueden volverse peligrosas si no consideramos el estado real del sistema nervioso de quien practica.
Porque no, no siempre se puede respirar profundo cuando hay ansiedad. Y no, el Yoga no reemplaza a un tratamiento profesional en salud mental.
El Yoga no es una cura mágica, pero sí una herramienta concreta
El Yoga —cuando se aplica con enfoque terapéutico— no promete eliminar el estrés de un día para otro, pero sí puede:
Favorecer la regulación del sistema nervioso
Cultivar la propiocepción para reconocer señales tempranas de tensión
Brindar prácticas simples, repetibles y accesibles que ayudan a recuperar el contacto con el cuerpo
Crear entornos seguros donde las personas no tengan que rendir, justificar ni defenderse
Pero todo esto requiere formación, sensibilidad y criterio pedagógico. No es simplemente repetir secuencias o enseñar técnicas descontextualizadas.
Lo que el Yoga no puede hacer (y por qué eso también es parte de una práctica ética)
El Yoga no reemplaza la terapia psicológica ni el acompañamiento médico.
No puede inducir relajación profunda si el cuerpo está en modo defensa.
Y no es una solución mágica para todos los desequilibrios.
Reconocer estos límites no debilita la práctica; al contrario, la fortalece y la humaniza. Nos recuerda que acompañar procesos sensibles requiere humildad, colaboración interdisciplinaria y un compromiso real con la seguridad emocional de quienes llegan a nuestras clases.
Cuando enseñamos desde este lugar, el Yoga deja de ser un grupo de técnicas aisladasy se convierte en una herramienta ética y complementaria en el cuidado de la salud mental.
Enseñar Yoga con honestidad frente al estrés
Una enseñanza terapéutica del Yoga no se basa en fórmulas mágicas, sino en:
Adaptar las técnicas al momento vital y las necesidades de las personas
Evitar la imposición de estados ideales (como “la calma”)
Enseñar desde la coherencia, el respeto y la escucha profunda
Cuando enseñamos desde ahí, el Yoga se transforma en un acompañamiento real. No idealizamos la práctica. La situamos. Y eso cambia todo.
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