El mindfulness o atención plena ha dejado de ser una tendencia pasajera. Hoy se reconoce como una herramienta clave en la Yogaterapia, especialmente en el acompañamiento del estrés, la ansiedad y otros desequilibrios emocionales. Su integración en las clases de yoga permite a las instructoras enseñar con mayor presencia, cuidado y responsabilidad.
El mindfulness, según Jon Kabat-Zinn, es la capacidad de “prestar atención de manera deliberada, en el momento presente y sin juzgar”. Este enfoque, respaldado por evidencia científica, favorece la regulación del sistema nervioso, mejora la autorregulación emocional y promueve una mayor conciencia corporal —aspectos esenciales en la enseñanza terapéutica del Yoga.
Para las Instructoras de Yoga, aplicar mindfulness no significa agregar una técnica más, sino cambiar la forma de acompañar: con atención encarnada, sensibilidad al contexto y escucha profunda.
Aplicaciones concretas del mindfulness en clases de Yoga
Integrar el mindfulness en la enseñanza del Yoga implica guiar a las estudiantes a observar su respiración, sensaciones corporales, emociones y pensamientos, sin tratar de modificarlos. Es una invitación a habitar el cuerpo con amabilidad, no a dominarlo.
Algunos beneficios de esta práctica incluyen:
Favorecer la regulación emocional: observar sin juicio permite responder en lugar de reaccionar, clave en procesos de ansiedad o estrés.
Desarrollar la propiocepción e interocepción: habilidades fundamentales para detectar señales internas del cuerpo, esenciales en la práctica terapéutica.
Fortalecer la presencia docente: enseñar desde la atención plena mejora la capacidad de leer al grupo y ajustar las prácticas según lo que aparece.
Sostener clases emocionalmente seguras: cuando hay personas atravesando malestares psicoemocionales, el mindfulness ayuda a crear un entorno sin exigencias ni juicios.
Si deseas comenzar a aplicar mindfulness con enfoque terapéutico, aquí te compartimos algunas recomendaciones adaptadas a la realidad docente:
1. Comienza contigo misma
El primer paso es practicar mindfulness en tu día a día. Pausas breves como notar tu respiración antes de dar una clase, o sentir el peso de tus pies al caminar, son formas simples y efectivas de cultivar presencia.
2. Usa un lenguaje concreto y accesible
Evita explicaciones abstractas o espiritualidad sin contenido. En vez de frases como “eleva tu vibración”, prueba con “observa cómo se mueve tu abdomen al respirar” o “nota el contacto del cuerpo con el suelo”.
3. Incluye preguntas que favorezcan la autoescucha
Las preguntas abiertas ayudan a las estudiantes a conectar con su experiencia sin sentirse evaluadas. Algunas útiles para trabajar la conciencia corporal son:
¿Qué sensaciones físicas aparecen en esta postura?
¿Cómo sientes tu respiración en este momento?
¿Hay alguna zona de tu cuerpo que se sienta más relajada o más tensa?
Estas preguntas no buscan respuestas correctas, sino abrir un espacio de escucha y autoobservación.
No. Enseñar con mindfulness no es solo aplicar un protocolo, es sostener una disposición ética: estar disponible, escuchar sin imponer, y acompañar desde la presencia y la coherencia. En contextos sensibles, esta actitud marca una gran diferencia.
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