Emoción, cuerpo y propiocepción: un camino somático hacia el reconocimiento emocional

Cómo desarrollar autoconciencia emocional desde el cuerpo en la práctica de Yoga Terapéutico

En el ámbito del Yoga con enfoque terapéutico, solemos hablar de emociones, pero pocas veces nos detenemos a preguntarnos: ¿qué es, en realidad, una emoción? ¿Cómo la identificamos en nosotras mismas? ¿Cómo se manifiesta en el cuerpo que guía o en el cuerpo que practica?

¿Qué es una emoción y cómo se manifiesta en el cuerpo?

Desde la psicología, las emociones básicas —como el miedo, la ira, la tristeza o la alegría— se entienden como reacciones adaptativas que tienen un rol importante en la supervivencia. Desde la neurociencia, sabemos que estas emociones no sólo activan procesos mentales, sino que afectan funciones corporales como la tensión muscular, la piel o la respiración. Es decir, las emociones se encarnan.

Recordar una experiencia emocional intensa puede provocar cambios fisiológicos medibles: el pulso se acelera, se altera la respiración, se tensan ciertas zonas del cuerpo. Estos patrones no son al azar. El cuerpo, a través del sistema nervioso, está traduciendo una emoción en movimiento, en tensión o en contracción. 

La emoción como señal y guía

En la Yogaterapia, podemos entender a las emociones como señales corporales que traducen la percepción del entorno —externo o interno— en información para la acción. No están para ser reprimidas ni para “superarlas”, sino para ser escuchadas.

Por ejemplo, ante una experiencia amenazante, el miedo puede contraer la garganta, cerrar el pecho, inmovilizar los músculos,  prepararnos para huir o defendernos. Estas reacciones son funcionales en ciertos contextos. Pero cuando se vuelve un patrón reiterado, el cuerpo puede quedar “atrapado” en esa respuesta.

¿Qué rol juega la propiocepción en el reconocimiento emocional?

La propiocepción es la capacidad de percibir, desde adentro, la posición, el tono y el movimiento del cuerpo. Es el sentido que nos permite saber —sin mirarnos— dónde están nuestras piernas al caminar o qué tan tensos están nuestros hombros al estar de pie. 

En el trabajo con las emociones, la propiocepción es un punto de partida fundamental para el reconocimiento emocional, porque muchas veces lo que sentimos no llega como pensamiento, sino como sensación. Tensión en la mandíbula, lugares del cuerpo que se tensan...

Observar qué zonas del cuerpo se tensan ante determinadas situaciones por ejemplo,  nos da pistas sobre lo que nos afecta. Y desde esa observación somática puede fomentarse el camino del autoconocimiento.

Trauma, disociación y desconexión emocional

En situaciones de trauma,  la propiocepción puede alterarse. Algunas personas, especialmente quienes han vivido trauma complejo o sostenido, pueden no sentir partes de su cuerpo, o vivir emociones sin poder nombrarlas.

Aquí, las prácticas de Yoga Terapéutico con enfoque somático ofrecen una vía segura para restablecer el vínculo con el cuerpo. El reconocimiento emocional, desde lo físico, ayuda a reconstruir la sensación de presencia, de yo, de integridad, siempre cuidando el espacio seguro y evitando a toda costa la revictimización. 

¿Por qué es importante esto para Instructoras de Yogaterapia?

Como docentes, nuestro trabajo no se limita a enseñar técnicas.

Acompañamos procesos humanos. Entender que el cuerpo guarda memorias y que las emociones no son sólo “mentales”, sino corporales, nos permite dar clases más cuidadosas y éticas.

Incluir prácticas que fomenten la autoobservación corporal —como escaneos corporales, pausas conscientes o posturas restaurativas con foco en la sensación personal y no impuesta— permite a nuestras estudiantes empezar a identificar sus propias señales, fomentando la autoescucha y la autonomía. 

Conclusión: volver al cuerpo para entender lo que sentimos

La propiocepción es una puerta de entrada sencilla pero profunda al mundo emocional. No es la única, pero es una vía accesible para quienes desean iniciar un camino de autoconocimiento más allá del discurso racional.

En el contexto del Yoga Terapéutico, cultivar esta sensibilidad nos permite guiar desde la presencia y enseñar con respeto por lo humano: un cuerpo que siente, que recuerda, que a veces se defiende y que otras se abre al encuentro.

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