El espacio seguro empieza por ti

Como instructoras de Yoga, muchas veces sentimos que debemos estar disponibles para todo: escuchar, contener, sostener, guiar... y hacerlo siempre con amabilidad.

Nos enseñaron que dar es virtud.
Pero no siempre aprendimos a poner un límite, a pausar, a protegernos también a nosotras mismas.

Sin darnos cuenta, el deseo que nos llevó a enseñar empieza a desgastarse.
La práctica se vuelve exigencia.
El sostén, una carga.

Este artículo es una invitación a volver a ti.
Porque no hay espacio seguro posible si tú no estás incluida en ese cuidado.

En el ámbito del Yoga, solemos poner el foco en quienes acompañamos. Pero si queremos sostener espacios seguros, necesitamos incluirnos también en ese cuidado.
Y una de las herramientas más importantes para lograrlo es reconocer y establecer límites claros.

Un límite es una pauta que protege tu bienestar físico, emocional y mental. No es una barrera rígida ni una forma de excluir, sino una manera de nombrar lo que necesitas para seguir acompañando con presencia.

Los límites:

• Te cuidan del desgaste emocional.

• Previenen relaciones desiguales o poco claras.

• Fomentan vínculos basados en el respeto mutuo.

• Te ayudan a enseñar desde un lugar ético, humano y profesional.

También tienen una dimensión pedagógica: cuando tú sostienes tus propios límites, estás enseñando a tus estudiantes una forma más saludable de relacionarse consigo mismas y con los demás.

Algunas señales comunes de sobrecarga:

• Te cuesta desconectarte emocionalmente después de las clases.

• Sientes que estás absorbiendo más de lo que puedes sostener.

• Pospones tus necesidades básicas por estar siempre para otras personas.

• Te exiges seguir dando, incluso cuando estás cansada física o mentalmente.

• Pierdes el disfrute, aunque aún ames enseñar.

Estas señales no hablan de falta de vocación.
Hablan de una necesidad legítima de sostenerte para seguir acompañando.

Acompañar desde un lugar saludable es posible. Estas prácticas pueden ayudarte:

• Define horarios y tiempos de respuesta claros.
  No necesitas estar disponible todo el tiempo. Tus estudiantes pueden comprenderlo si lo comunicas con claridad.

• Incluye pausas reales entre clases.
  El descanso no es un premio, es parte de la enseñanza.

• Busca espacios de acompañamiento para ti.
  Grupos de supervisión, colegas, espacios terapéuticos o momentos de silencio también forman parte del cuidado profesional.

• Reconoce lo que no puedes sostener.
  Nombrar que un proceso requiere acompañamiento terapéutico no es una renuncia: es una acción ética que protege a la otra persona y a ti.

• Evita asumir responsabilidades que no te corresponden.
  Enseñar Yoga no significa resolver todo. Y eso está bien.

Poner límites no es separarte: es cuidarte y cuidar el espacio que facilitas.
No se trata de enseñar menos. Se trata de enseñar desde un lugar más claro, más humano, más consciente.

Y esa es la base de cualquier práctica verdaderamente terapéutica.
Una práctica que no te exija desaparecer para que otras puedan habitarse.