Del estrés a la contención: claves para una clase de Yoga emocionalmente segura

¿Es posible que una clase de Yoga aumente el estrés en lugar de aliviarlo?

Aunque parezca contradictorio, sí. Muchas técnicas que asociamos con relajación pueden resultar desreguladoras si no se aplican con conciencia del contexto emocional de quienes practican. En este artículo te compartimos algunas claves para guiar clases de Yoga emocionalmente seguras, especialmente en contextos de estrés o ansiedad.

En los últimos años, el Yoga ha demostrado ser un recurso complementario valioso para el bienestar emocional. Sin embargo, no todas las técnicas son adecuadas para todas las personas o momentos vitales. Posturas exigentes, prácticas respiratorias intensas o la simple indicación de “cerrar los ojos” pueden generar incomodidad o reactivar síntomas en personas que atraviesan estados de estrés elevado, ansiedad o experiencias previas de trauma.

Diseñar una clase de Yoga emocionalmente segura implica comprender que el bienestar no surge solo de la técnica, sino del modo en que se ofrece.

Una de las formas más efectivas de generar contención emocional es invitar a la autonomía. Esto significa:

• Ofrecer opciones claras en cada técnica.

• Validar que cada persona pueda elegir si realiza o no una postura.

• Recordar que está bien modificar, salir antes o simplemente observar.

La autonomía fomenta confianza interna y ayuda a restablecer el vínculo con el cuerpo desde el cuidado.

Instrucciones aparentemente simples como “cierra los ojos”, “quédate completamente quieta” o “respira profundo” pueden resultar incómodas o desestabilizadoras para algunas personas, especialmente en estados de alerta o ansiedad.

Sugerimos en su lugar:

• Ofrecer la opción de cerrar o suavizar la mirada.

• Permitir micro-movimientos o pausas.

• Acompañar la respiración sin forzarla.

La clave está en no asumir que lo que relaja a unas, regula a todas.

Un espacio emocionalmente seguro no se genera solo con palabras suaves o música relajante. Es un marco ético y pedagógico que se construye con coherencia y claridad. Algunos principios esenciales:

• Explicitar desde el inicio que cada persona puede adaptar la práctica.

• Nombrar tus propios límites como instructora (por ejemplo, no realizar intervenciones terapéuticas).

• Acompañar sin juicio: estar disponibles, sin exigir transformación inmediata.

La seguridad emocional surge cuando hay permiso real para ser, sin exigencia ni corrección.

En contextos de estrés, menos es más. No es necesario llenar la clase de técnicas. Lo importante es que cada elemento tenga sentido y acompañe el objetivo terapéutico del encuentro. Algunos criterios:

• Priorizar transiciones suaves.

• Evitar secuencias de alta exigencia física o respiratoria.

• Dar tiempo para integrar cada práctica, sin apuros.

El exceso de estímulo puede saturar el sistema nervioso. El silencio, la pausa y la repetición consciente pueden ser profundamente reguladores.