En la Yogaterapia con enfoque en salud mental, crear un espacio seguro no es un extra: es uno de los pilares. Acompañar procesos de bienestar va mucho más allá de guiar posturas o ejercicios de respiración. Implica construir un contexto donde cada persona se sienta cuidada, respetada y pueda explorar su experiencia sin miedo.
Un espacio seguro es aquel que ofrece seguridad física, emocional y relacional. No se trata solo del lugar físico, sino de cómo diseñamos y sostenemos el marco de la clase. Un entorno seguro en Yogaterapia permite que cada practicante pueda entregarse con confianza, sin exigencias, y a su propio ritmo.
Crear un espacio así implica como mínimo:
Elegir técnicas con criterio.
Usar un lenguaje claro y respetuoso.
Adaptar la práctica a las personas.
Reconocer nuestros propios límites como docentes.
Fomentar la participación y autonomía del grupo.
En Yogaterapia, el espacio no es neutro. Puede sostener, regular, restaurar… o todo lo contrario, si no se cuida con atención.
Muchas personas que llegan a nuestras clases conviven con ansiedad, estrés sostenido o desconexión corporal. Algunas han vivido experiencias difíciles. En esos casos, usar técnicas sin adaptación puede ser riesgoso. Respiraciones intensas, introspecciones prolongadas o exigencias físicas pueden activar síntomas o generar malestar.
Por eso, una de las principales funciones del espacio seguro es permitir que el sistema nervioso baje la alerta, y que cada persona pueda habitar su cuerpo desde un lugar de cuidado.
1. Cuestiona cada técnica
Antes de aplicar una práctica, pregúntate si es adecuada para ese grupo y momento. Lo que a ti te gusta enseñar no siempre es lo que el grupo necesita recibir.
2. Pide una ficha de participante
Conocer el estado de salud, experiencia previa y motivaciones de las personas te ayuda a adaptar con criterio y evitar contraindicaciones.
3. Usa un lenguaje cuidadoso
Las palabras importan. Evita frases que simplifiquen el malestar o que den órdenes vacías (“déjalo todo en la esterilla”, “solo respira y suelta”). Prefiere expresiones claras, empáticas y abiertas.
4. Legitima los estados displacenteros
No se trata de promover el dolor, pero sí de validarlo como parte de lo humano. Forzar la calma o negar las emociones incómodas puede aumentar la desregulación.
5. Respeta los tiempos de cada persona
Cada quien avanza a su ritmo. Algunas necesitarán más tiempo para confiar, moverse o incluso quedarse en una postura. No esperes que todas hagan lo mismo.
6. Escucha y ajusta
Ofrece al cierre de la clase un espacio breve para retroalimentación. Esa escucha fortalece la confianza y te permite afinar las propuestas según las necesidades reales del grupo.
7. Reconoce tus límites
Como instructoras, no reemplazamos terapias médicas ni psicológicas. Derivar cuando corresponde también es cuidar. Reconocer lo que no podemos sostener es parte de nuestra ética profesional.
Una clase no es terapéutica solo porque sea suave. Lo es cuando está diseñada con intención, aplicada con criterio y ofrecida en un espacio que cuida.
Como instructoras de Yogaterapia, nuestro primer compromiso es con el contexto que creamos. Allí es donde se habilita todo lo demás: la calma, el cuerpo, la confianza, la posibilidad de cambio.
¿Quieres aprender nuevas herramientas de la Yogaterapia para la Salud Mental?
DESCARGA GRATIS NUESTRO EBOOK PARA INSTRUCTORAS DE YOGA
Yoga para la Salud Mental
Integra Técnicas y Enfoques desde la Yogaterapia para Contribuir a Crear Espacios Seguros y Sanadores dentro de tus Clases de Yoga