Cómo planificar clases de Yogaterapia con enfoque en salud mental

En el camino de enseñar Yoga con conciencia terapéutica, la planificación no es solo una estructura organizativa: es un acto de cuidado. Para quienes trabajamos con personas que atraviesan estrés, ansiedad o desequilibrios emocionales, planificar adecuadamente una clase es una forma concreta de proteger la salud mental de nuestras practicantes.

¿Por qué es tan importante planificar una clase terapéutica?

Muchas instructoras sienten que el Yoga puede ser útil para la salud, pero no saben cómo aplicar sus técnicas de forma segura. Sin una planificación clara, se corre el riesgo de aplicar prácticas que no solo no ayudan, sino que pueden activar síntomas o generar desregulación. 

En la Yogaterapia con enfoque en salud mental, la planificación comienza con el conocimiento de quienes participan. No se puede planificar de forma terapéutica sin antes saber a quiénes vamos a acompañar. Por eso, solicitar información básica de las practicantes es un requisito ético y profesional. Solo conociendo sus necesidades, condiciones y límites podemos seleccionar técnicas adecuadas, ajustar el enfoque de la clase y priorizar la seguridad. 

Antes de comenzar a planificar una clase terapéutica, es fundamental contar con información básica de tus practicantes. Asegúrate de solicitar su nombre, un medio de contacto y una breve descripción de su estado de salud general. Esta información te permitirá adaptar la propuesta con criterio y evitar posibles contraindicaciones.

¿Qué debe incluir una clase terapéutica bien planificada?

Una clase de Yogaterapia con enfoque en salud mental necesita una planificación consciente, basada en la información real de quienes participan y orientada a generar un espacio seguro, ético y adaptado. A continuación, se detallan algunos elementos fundamentales:

  • Recopilación de información previa de las practicantes
    Antes de planificar, es imprescindible conocer a las personas que asistirán. Solicitar información básica sobre su estado de salud, antecedentes relevantes o posibles condiciones físicas permite evitar contraindicaciones y ajustar la propuesta con responsabilidad. Este paso no es un trámite, sino una herramienta para cuidar y acompañar mejor.

  • Definir un objetivo terapéutico claro
    Cada clase debe tener un propósito específico, acorde a las necesidades del grupo. Esto orienta la elección de técnicas y da coherencia a la sesión. Algunos ejemplos:
    – “Practicar la respiración consciente como herramienta para reducir el estrés”
    – “Practicar el movimiento consciente para fomentar la propiocepción”

  • Selección adecuada de técnicas
    No todas las prácticas de Yoga son apropiadas para todas las personas. Respiraciones intensas, inversiones o técnicas que inducen introspección profunda pueden ser contraproducentes si se aplican sin criterio. La elección de técnicas debe basarse siempre en la información previa que tienes del grupo y debe ajustarse a sus necesidades y límites.

  • Criterios de ajuste y adaptación individual
    Una misma técnica no produce los mismos efectos en todas las personas. Es esencial adaptar, ofrecer variaciones y respetar el ritmo de cada practicante. Fomenta la autonomía: en una clase terapéutica, no se trata de que todas hagan lo mismo, sino de que cada una encuentre lo que necesita en su propio cuerpo y experiencia.

  • Cierre que acompañe e integre el proceso vivido
    Finaliza la clase con un espacio breve de retroalimentación verbal. Este momento permite recoger información valiosa sobre la experiencia de cada practicante, favorece la construcción de un espacio seguro y cuidado, y te ofrece la posibilidad de ajustar las próximas sesiones según las necesidades reales del grupo.  

Conclusión

Planificar una clase de Yogaterapia con enfoque en salud mental no es un paso secundario, sino el corazón del acompañamiento terapéutico. Una clase bien planificada nace del conocimiento de quienes van a participar. Sin esa información previa —nombre, contacto, estado de salud general—, no es posible adaptar la práctica con criterio ni garantizar un espacio verdaderamente seguro.

Como instructoras de Yoga que trabajamos desde la ética del cuidado, necesitamos comprender que cada cuerpo tiene una historia y que la planificación responsable comienza antes de desplegar el mat. Conocer a nuestras practicantes es el primer gesto de respeto y profesionalismo. Desde ahí, todo lo demás cobra sentido: el objetivo terapéutico, la elección de técnicas, los ajustes individuales y la contención emocional durante y después de la práctica.

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